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Celebración del Miércoles de Ceniza en el Templo Parroquial: “La vida, cuando no es ofrecida o entregada en el servicio, cuando no es destinada para el bien, se vuelve polvo, y simplemente pasa”, dijo el Padre Claudio

En el día de hoy (14/2), tuvo lugar en el Templo Parroquial la celebración del Miércoles de Ceniza durante la Misa presidida por el Padre Claudio Mosca, y concelebrada por el Padre Roberto Giecco. Una multitud de fieles se congregó para el oficio religioso. El Miércoles de Ceniza es el primer día de la Cuaresma en los calendarios litúrgicos católico, protestante, y anglicano. Se celebra cuarenta días antes del inicio de Semana Santa. La ceniza es elaborada o extraída de los Ramos bendecidos de la Semana Santa anterior, es decir, los del Domingo de Ramos. Estos se incineran y de ahí sale la Santa Ceniza.

En el culto católico la imposición de la ceniza es realizada por el sacerdote sobre los fieles. El sacerdote suele hacer una cruz con la ceniza en la frente de los fieles o dejar caer un poco de ceniza en su cabeza. Mientras lo hace puede emplear una de las siguientes frases extraídas de las Escrituras:

  1. Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida (Gén. 3:19)
  2. Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás (Gn. 3,19)
  3. Arrepiéntete y cree en el Evangelio (Mc. 1,14-15).

Tras la lectura del Evangelio según San Mateo, el Padre Claudio expresó en su Homilía: “En esta noche estamos inaugurando este tiempo de Cuaresma, que es un tiempo especialmente de Gracia, que Dios quiere regalarnos a nosotros, que somos su pueblo. Es un tiempo en el cual se rasga el Cielo, para derramar sobre nosotros una lluvia de misericordia y empaparnos a todos quienes estamos dispuestos a sumergirnos en este don de Dios. Las cenizas nos ayudan a comprender qué y quiénes somos nosotros. Nos dan una  certeza de nuestra condición humana. Nos habla de la finitud, de la pequeñez, de lo provisorio de la vida. Somos polvo, venimos del polvo y volvemos a él. Y esta idea de la fragilidad de la vida, nos baja de ese pedestal de la soberbia al cual nos subimos a veces, creyendo que somos dueños de vida, y que la vida no pasa. Pero la realidad es que la vida pasa, transcurre, tiene un fin y concluye. La vida, cuando no es ofrecida o  entregada en el servicio, cuando no es destinada para el bien, se vuelve polvo, y simplemente pasa. La vida sea hace grande y eterna cuando es empleada a favor de los demás. Pero así como el signo de la ceniza marca el inicio de este camino cuaresmal, a la vez se nos presenta como el destino hacia dónde debemos caminar. Es una hoja de ruta que nos propone un punto de partida y de llegada, que es la Pascua”.

“Todo este itinerario que vamos a recorrer nos pone en atención hacia lo que vamos a celebrar, que es la Pascua de Jesús, de la cual participamos, como destinatarios de esa vida nueva. Deberemos tener una especial actitud de escucha y de contemplación para poder dejar que la Palabra del Señor ilumine nuestra vida y haga crecer el deseo de una sincera conversión”, reflexionó el Párroco.

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