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LOS CONSUMIDORES USAN MENOS TARJETA DE CRÉDITO POR LOS ALTOS COSTOS DE FINANCIACIÓN Y MANTENIMIENTO

El 31 por ciento de los argentinos no tiene una tarjeta de crédito. La mitad, porque no cumple con los requisitos formales para acceder a un plástico, y la otra mitad, porque no quiere tenerla. Buena parte de estos han tenido alguna vez una pero iniciaron con éxito el difícil camino del desendeudamiento.

 

“Hay un quiebre, porque el usuario dice que, si no tiene la plata, prefiere no comprar”, indica Graciela Pintos, socia de la consultora Bacanal, que a fines de 2017 elaboró el informe que contiene un capítulo sobre el uso de la tarjeta de crédito. Allí se indica que el 22 por ciento tiene, pero de un solo banco y un ocho por ciento sólo una de una institución financiera, como el supermercado o el shopping.

En tanto, los que tienen más de una (entre las bancarias y las financieras) son el 39 por ciento, cuando en 2005 superaban el 50 por ciento.

“Si voy a hacer la compra del colegio con la tarjeta de crédito termino gastando un montón, porque me entusiasmo con las cuotas. Me viene pasando todos los años. En cambio, ahora vine con 1.850 pesos y eso me tiene que alcanzar para reponer lo que me falta: ropa y útiles”, dice Marina, una mamá de una nena de 10. Mientras comentaba esto, Marina estaba en la cola de una cadena de supermercados y en el changuito dejó varios artículos porque se pasaba de presupuesto.

Hay varios elementos que explican este incipiente proceso de “destarjetización” de los consumidores. El más visible es la crisis: con ingresos ajustados, el patrón que predomina en el consumidor de la era actual es la racionalidad. La premisa básica es, entonces, que se compra si hay plata. Se buscan precios, se mide lo que se lleva, se selecciona con mucha precaución en qué se gasta y también se ahorra.

 

FALTAN DATOS

 

En la cámara que agrupa a las tarjetas de crédito y débito del país no tienen datos que indiquen una caída en la cantidad de plásticos.  “El Central informa que hay 58 millones de plásticos en poder de la gente y ese número viene creciendo”, dijeron desde la entidad.

De todos modos, reconocieron que hay 27 millones de resúmenes de cuenta activos (el resto, son adicionales o inactivos) y remarcaron que hoy el consumidor es “muy cauteloso”.

En Tarjeta Naranja no advierten este proceso, aunque el perfil de la tarjeta de origen cordobés es el de auxilio cuando el bolsillo ajusta. De hecho, lo que más financian es súper y ropa, cuando a nivel país lo que suma son los pasajes de avión.

Hace casi tres décadas que hay en el país planes largos y aprendieron que el entusiasmo en la góndola se paga caro después.  Hoy, financiar el saldo impago de la tarjeta cuesta arriba del 60 % al año. Entonces, se prefiere reservar la tarjeta para aquellas compras que son realmente urgentes o que no se podrían hacer si no fuese con tarjeta, como un pasaje de avión, una estadía de hotel o la entrada a un espectáculo.

La segunda razón son los costos. No todas las tarjetas tienen mantenimiento cero o renovación bonificada. Muchas se promocionan así al principio, pero pasado el año comienzan a cobrar. Cuesta entre 70 y 120 pesos el mantenimiento mensual y la renovación va desde los 264 pesos por dos años que cobra Naranja hasta los 4.700 anuales de una Visa Signature. El usuario empieza a hilar fino, se queda con la que tiene bonificadas mediante su cuenta sueldo y descarta las demás. Están los que directamente las dan de baja y los que, si tienen la renovación bonificada, optan por no usarla.

(Fuente: La Voz del Interior)

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