Tal como estaba previsto, en la tarde de hoy (23/9), el recientemente nombrado sacerdote Federico Telles, celebró su primera Misa en el Templo Parroquial, que lució colmado de fieles para recibir al nuevo cura, a quien hemos entrevistado, un joven de tan sólo 28 años oriundo de Junín.
Es un hecho histórico para la Parroquia Nuestra Sra. del Carmen, dado que hacía mucho tiempo que no se ordenaba un sacerdote cuyo primer destino fuera nuestra ciudad. Telles manifestó públicamente su gratitud por el recibimiento cálido que tuvo de la comunidad, y todos quienes lo acompañaron en este camino, comenzando por su familia y sus seres queridos.
En su Homilía, el Párroco Claudio Mosca expresó: “Encuentro mucha providencia en la Palabra de Dios, de compartir este día y esta ceremonia con este Evangelio. En esta celebración de Fede no puedo ser muy objetivo, me embarga la emoción. Lo que pensaba los últimos días, que hemos estado rezando y preparándonos para este momento, es que nos han aparecido muchos rostros, muchas vidas, la gente y su historia. Y como decía Federico, el corazón desborda de acción de gracias, porque Dios va escribiendo nuestra vida, nuestra historia, junto con los hermanos que se van cruzando en el camino. Y quizás uno no tiene conciencia de lo que significa esa presencia, pero todas dejan algo. Y en estos días, celebrando la ordenación sacerdotal de Federico, y encontrándonos con tanta gente, podíamos vislumbrar esto. La alegría, el gozo, la felicidad por esta vida joven que se consagra plenamente a Dios”.
Añadió que: “Cuando nos encontramos en la Parroquia de San Ignacio, en Junín, ni Fede ni yo pensábamos que aquel futuro sería este presente. Dios nos ha desbordado en generosidad, cuando soñábamos aquel futuro y Federico se soñaba sacerdote, nunca pensamos que la vida nos traería acá y que compartiríamos este momento, en este lugar, que fue el mío. Cuando Fede se ordenó, en la ceremonia el Obispo le entregó un regalo nuestro, el cáliz con el vino, y la patena con el pan, y en ese acto le hizo una invitación a vivir la vocación sacerdotal que le fue confiada, no para él, sino para el Pueblo de Dios. La vida del sacerdote tiene sentido en la consolación de Dios para con los otros. Las manos consagradas del sacerdote tienen que ser caricia de Dios para los hermanos. Hay que servir, y esto se hace de unos a otros. La vocación sacerdotal debe plasmarse en ese gesto de renunciación, de entrega, de servicio. No se es sacerdote para escalar, tener privilegios o poder. La oración de ustedes es nuestro sostén, sin la oración del Pueblo de Dios nuestra vida es blanda y carece de sentido”.