¿Ser feliz es una decisión, una elección, o ambas cosas? ¿Lo que cada uno considera como «feliz» varía según el rincón del mundo donde viva? Probablemente, para esta última pregunta la respuesta sea afirmativa, no es lo mismo lo que satisface y gratifica a una persona de Medio Oriente que a un argentino. Pero a veces sucede que nos «contagiamos» de cosas que no nos provocaban la menor gracia, un poco forzados por las circunstancias, y descubrimos cierta felicidad en ello, lo cual en pocas palabras, es ser emprendedor. Emprender, en la Argentina, es lo más parecido a un salto al vacío, sin embargo hay gente que la sigue remando, que es creativa y le encuentra la vuelta. En parte, porque comprendió que hay que sembrar para poder cosechar.
Sin embargo, a veces parece que estuviéramos corriendo una carrera contra la nada, contra el vacío. Vivimos en una sociedad cada vez más intolerante y ofuscada consigo misma. Es decir: ni nosotros mismos nos soportamos. La escalada de violencia no se detiene, y muchos prefieren agredir detrás de un monitor que mantener una discusión un poco más sensata en forma personal. Hoy por hoy, cualquier opinión política que publiques en Facebook da lugar para que te repliquen de inmediato, te insulten, o se forme una cadena interminable de comentarios a favor y en contra. A favor y en contra de los docentes. A favor y en contra del Gobierno. A favor y en contra de cualquier cosa que te puedas imaginar. El juego es contradecir al otro, generarle irritación, provocar, siempre con escasos argumentos. Estamos peor que en los años del kirchnerismo, cuando la división o la grieta se daba entre quienes leían Clarín y quiénes no. Los que fogoneaban la Ley de Medios y los que se oponían. El conflicto con el campo en 2008. Pues bien, todo eso parece un cuento de hadas comparado con lo que estamos viviendo.
Antes, la gente se sentaba en un bar con un grupo de amigos, tomaba un café, discutían de política, y así pasaban las horas, comentando las noticias de los diarios o simplemente el pulso de la actualidad. Después cada uno de iba a su casa y listo, está claro que no iban a arreglar el mundo. Pero al menos, había la posibilidad de disentir, cuestionar, indagar. Estoy hablando de hace por lo menos 30 años atrás. Hoy todo eso no existe. De hecho, yo casi no uso Facebook salvo para hacer algún comentario intrascendente o para promocionar mis publicaciones de LOBOS 24. Es el «todos contra todos». Y bastantes problemas tiene uno en el plano personal como para perder tiempo respondiendo comentarios estúpidos. No acepto ni tolero la agresión, no se puede justificar de ningún modo, de lo contrario entraríamos en una «cyber guerra» de nunca acabar. Yo tengo mis convicciones firmes, y nunca claudiqué en ello. Seguramente quien está del otro lado también las tendrá. Es increíble el enfrentamiento, y más aún ese modo encubierto de agredir publicando cartelitos o «memes». Somos gente grande, dejémonos de embromar, no vale la pena malgastar la vida perdiendo el tiempo (abusivamente) en una red social, ¿no es mucho mejor acaso tomar unos mates bien cebados escuchando radio? O lo que sea que te provoque placer, pero que nos haga sentir más humanos y menos “bestias”. Punto final.