Este lunes 4, tal como estaba previsto, se conmemoró en Lobos el Día del Inmigrante, con un acto protocola que en principio iba a realizarse en la Plaza frente al Hospital, pero que por las condiciones climáticas se llevó a cabo en el Teatro Italiano.
Estuvieron, como es habitual, representantes de las distintas colectividades que contribuyeron a forjar la identidad de nuestra Nación: Vecinos descendientes de países europeos en su mayoría, pero también de Latinoamérica, quienes compartieron esta fecha de profundo sentimiento. Cada uno de ellos subió al escenario que estaba decorado con las banderas de sus países de origen, y las autoridades municipales les entregaron un presente. Perú: Yocelin Gisapo; Colombia: Hermes Orozco Macott; Portugal: Silvina Abrantes; Holanda: Ariel Huisman; Checoslovaquia: Miguel Angel Tracik; Brasil: María Nunes; Francia: Marcela Couderc; República Dominicana: Jacqueline Tapia; Alemania: Super y Gertrudis Semet; Italia: Carla Raschia; España: Fernando Sancho.
Gertrudis Semet, nacida en Alemania y vecina de Zapiola, brindó su testimonio en un discurso que fue seguido atentamente por los asistentes, ya que dicho discurso tuvo una impronta emotiva y de evocación.
«Cuando una persona decide irse de su Patria es porque hubo algo allí, en su interior, que la llevó a tomar esa decisión. En el caso de nuestros padres o abuelos habrá sido por la guerra devastadora por la que quizás les ha tocado vivir. Habían quedado solos, sin familia, sin afectos, sin raíces, sin vivienda. En otros, habrá sido algún problema socio-económico de su país. También puede ser por algún espíritu de búsqueda interior, mejoras laborales, por aventura, más todo lo que se nos ocurra».
«En mi caso, mis padres llegaron de Alemania en enero de 1952 junto con siete familias que tenían la promesa de un trabajo en la fábrica ELECTROMAC de Empalme Lobos. El contrato era para quedarse opcianalmente por tres años,
una vez cumplido ese tiempo podían regresar a su Patria, cosa que transcurrido ese período ninguna de las familias que vinieron pudo hacerlo por falta de recursos».
«Por entonces mis padres tenían un trabajo sencillo y digno en Alemania. Ambos eran muy jóvenes, ya habían vivido la posguerra durante toda su juventud y a mi padre lo cautivó la idea de venir a Argentina, se puso en contacto con quienes organizaban el viaje y así se fue entusiasmando, más que nada por su espíritu inquieto y aventurero en él.
Uno de los requisitos para poder venir, debía ser casado, ya estaba de novio y con la idea de casarse, por lo cual el viaje hizo que se adelantara el casamiento. Mientras se iba gestando y proyectando el viaje mi madre quedó embarazada de mí, llegando a Argentina con tres meses de embarazo. Y pienso: ¡Cuánto habrá significado en ambos esa situación inesperada seguramente, pero ya estaban embarcados en el proyecto del viaje y ya no había vuelta atrás!»
«Cruzar el océano en barco implicó un mes de viaje, llegar a un país desconocido en cuanto a costumbres, tradiciones, idioma, lejos de todos sus afectos, sin familia que los acompañara durante el perído de embarazo y próximo nacimiento de su hijo/a, sin conocidos más que las familias que zarparon junto con ellos, sin dinero y a su vez, todo el desarraigo con y en la familia que dejaron. Una vez acá, mi padre centrado en su nuevo trabajo en la fábrica ELECTROMAC junto con sus compañeros de viaje. El contacto con sus familias era solo por carta que llegaban cuanto mucho, cada tres, cuatro meses ya sea para recibirlas o enviarlas de acá».
«Mi abuela paterna vino a visitarnos a los 16 años de estar nosotros aquí, algo impensado para ella, que con sus 67 años ella nos visitaría. Seguramente hubo en ella otro espíritu inquieto, ansioso y desesperado por el encuentro
con su hijo, su nuera y sus tres nietas que para entonces componían la familia».
«Con los años, en un viaje que pude concretar yo, sé que mi abuela halló paz en su alma luego de su viaje para conocernos, ver dónde y cómo vivíamos, ver nuestro entorno, conocer nuestra gente y la
colectividad alemana con la cual nosotros compartíamos la vida. Con la convicción que del mismo modo que hoy día, siendo padres y en otra dimensión, recién dejamos a nuestros hijos confiados a jugar en la casa de sus amiguitos una vez que conocemos a la familia dónde van, vemos cómo es, cómo y dónde vive, es ése el momento en que dejamos jugar a nuestros niños con nuestra alma tranquila».
«Cómo les mencioné antes, en otra dimensión, siento lo que seguramente le sucedió a mi abuela. Y no tengo duda que ésto es el denominador común a cada inmigrante y sus respectivas familias. Hay que tener en cuenta que ser inmigrante hace 70 ó 100 años no es lo mismo que hoy día dado que no hemos pasado por una guerra como le está pasando a Ucrania por ejemplo. Hoy las comunicaciones han facilitado mucho viajar, pero además por sobre todas las cosas, sabemos del otro en tiempo real. De aquel contingente de las 7 familias sólo vive mi madre, que mañana con una memoria y lucidez extraordinaria cumplirá 94 años y, para que sus días no transcurran en vano, teje todos los días, de lunes a viernes los cuadraditos de lana para las colchas de la Casa del Niño! Por todo ello, me siento muy honrada, ¡Muchas gracias!»
El Intendente Etcheverry también dirigió un breve mensaje, en el cual expresó: “Para mí es una fecha muy relevante. Muchos recuerdos y muchas imágenes en la mente. Tres de mis abuelos llegaron sobre 1890, y pertenecieron a la primera ola migratoria. Vinieron a “hacer la América”, y para ellos significaba criar a sus hijos, que estudiaran, trabajaran, progresaran, y así lo hicieron. Con mucha austeridad, tesón, esfuerzo, trabajando la mayor cantidad de horas posibles cada día. Esa Argentina nos acogió de esa manera, mis abuelos se sintieron argentinos inmediatamente según me relataron mis padres, y después algo nos pasó, porque tenemos el dolor de que nuestros hijos se vayan. Entonces, acá es cuando empieza a entrar en una disyuntiva y a decir que no puede ser. Algo hemos hecho muy mal, y debemos repararlo».
Prosiguió diciendo que: “Estamos ante una oportunidad histórica para que en la Argentina, que tiene todo, podamos hacer que el esfuerzo valga la pena, así como lo hicieron quienes llegaron antes que nosotros. Esta Argentina se hizo grande con ellos, con las tres olas migratorias. Debemos volver a esos valores, a esas cosas”, subrayó, y reiteró: “Para que el trabajo y el esfuerzo valgan la pena. Este Teatro donde estamos hoy es parte de esa inmigración, en esos tiempos que eran mucho más difíciles que los de hoy, otro contexto, otra situación y tenemos el deber de continuar trabajando”.
En esta ocasión, se otorgó un reconocimiento muy especial a la señora Hedwig Beisswanger de Semet, quien (como bien remarcó su hija Gertrudis) mañana cumplirá sus admirables 94 años.
Posteriormente hubo una intervención artística de la Escuela de Danzas de Mara Maíz, y luego de concluido el acto, en el hall de entrada del Teatro, se compartió una degustación de platos típicos elaborados con las recetas originales de los inmigrantes que nos precedieron.