En una entrevista con el periodista Patricio Contrera para el programa de TV “Café Doble”, pasó por el estudio Guillermo Marro, (Marrito, como lo conocemos todos), quien nos trazó una semblanza de su vida: “Voy a cumplir 74 años el 3 octubre, y a esta edad me siento bien, tuve un pequeña afección cardíaca el domingo cuando fui a la Misa, pero aparentemente no es nada grave, me estoy haciendo los estudios médicos necesarios. Tengo que controlarme la presión también. La verdad es que soy muy creyente, soy católico pero no me considero un santo ni mucho menos. Simplemente trato de profesar mi Fe”.
“Yo venía con una depresión tremenda, en 1984, y como le sucede a mucha gente recorrí médicos, neurólogos, psicólogos, pero no podía salir adelante. Fue un momento terrible. Hasta que un día fui a ver al Dr. De Paola, un gran profesional, que me dijo que tenía un problema en las cervicales, y cuando le pregunté qué tenía que hacer, me dijo “yoga”. Fue así como que contacté con Rebeca y “Lula” Cappeletti, dos señoras que habían traído el yoga a Lobos, y empecé en el salón del Club Newbery, las primeras clases o encuentros fueron bastante jodidos, porque me sentía pésimo y me daba vértigo subir las escaleras. Pero pasó un mes, y ya no me dolía más nada. Tomé al yoga como una terapia, aunque siempre aclaro que primero hay que consultar a un médico. En 1989 me recibí de profesor, y me largué a enseñar. Hay varias líneas dentro del yoga, y conocí una que me apasionó porque a mi modo de ver es más completa, y que contiene muchas palabras en sánscrito. También ocurrió que, con el paso de los años, fue cambiando el enfoque”, manifestó Marro. Inclusive, llegó a enseñar en Saladillo, cuando consiguió el teléfono del «Vasco» Olaticoechea (Campeón del Mundo en México ’86), lo llamó y éste le abrió las puertas de su gimnasio.
“A mí, haber ido a yoga que cambió totalmente: empecé a ser más optimista, me tocó atravesar por situaciones adversas pero tenía la fortaleza para superarlas. Esta disciplina consiste en buscar la unidad entre cuerpo, mente y espíritu. Hay casos de alumnos que llegan con la intención de adelgazar, o marcar el cuerpo, pero eso se hace en un gimnasio, no en el yoga y muy cortésmente les digo que no es el lugar adecuado. Lo físico se trabaja en un segundo plano, y de a poco vas aprendiendo a vencer las dificultades de otra manera».
Relató, asimismo, que: «Cada persona es una historia: hay casos de fallecimientos de familiares, pérdidas económicas… y quizás por ello no hablo mucho de “clase” de yoga, porque uno se va enriqueciendo con esas historias. En todos los grupos que dirigí, siempre ha prevalecido la amistad entre los alumnos. En estos momentos está muy en boga meditar, sé que a algunas personas les cuesta lograrlo, sobre todo por la vorágine en que vivimos. Pero yo más que nada trato de concentrarme en mi cuerpo y el retiro de la mente de los sentidos de percepción. Ojo, eso no es dejarla en blanco del todo. Pero al retirar los sentidos, la mente comienza a descansar. Aprender a hacer una respiración consciente en muy importante. Pero no hay que esconder nada bajo la alfombra, cuando sos auténtico con vos mismo te sentís mucho mejor. Y comprendés que no sos tan bueno como pensabas, o a la inversa, es decir, no sos tan malo o incapaz como creías. Porque sin darte cuenta, pasás mucho tiempo boicoteándote, te lo puedo afirmar porque yo era uno de ellos”.
“A veces uno tiene prejuicios. Recuerdo cuando me llamaron para ir a hacer yoga en Cañuelas o en La Martona, eran todos polistas, y yo pensaba “qué hago acá con esta gente”. Sin embargo, me trataron muy bien, y ahí entendí que el acomplejado era yo”, dijo, visiblemente conmovido.
“Actualmente estoy dando clases a un grupo de personas jóvenes, con turnos de 12 alumnos. Luego de dar yoga durante muchos años en el Centro de Jubilados, ahora estoy en un local de 25 de Mayo 473, donde antes estaba Estudio Talents. Andrea Cichitii y Natalia Castellani son dos profesoras que están en el mismo lugar y que se dedican más a las personas mayores (…) Por suerte, cuando estalló todo esto de la pandemia no me pegó el bajón, le encontramos la vuelta para que cada uno pudiera practicar yoga desde su casa. Otro recuerdo lindo que tengo es cuando di clases gratis en el Parque, llegamos a tener más de 70 alumnos, fue una experiencia muy positiva”.
No se avergüenza de andar en una bicicleta vieja y destartalada, porque según nos comentó, no tiene la ambición de comprar algo nuevo: «El día que se rompa, la cambiaré», sentenció.
“Marrito”, además, tiene un pasado glorioso como futbolista. Jugó en la Tercera División de Athletic, salió Campeón varias veces, con un equipo de lujo (Nino Alonso, Jorge Carranza, Luis Manganiello, “Cato” Dotta, Hugo Delucca, Abel Gurrieri, Loló de Gregorio, entre otros). “Era bastante bueno”, reconoce. “Quería ser delantero, pero siempre me ponían de defensor, o marcador de punta. Jugábamos con cinco delanteros, algo imposible hoy en día porque perdés por goleada”, recuerda. En su última etapa se fue a jugar a Deportivo Morón, pero no se sintió cómodo, por lo cual se desvinculó al poco tiempo. “No había compañerismo”, resume. Tuvo oportunidad de ver jugar al gran Chochi Gainza, considerado casi unánimamente como el mejor futbolista de la historia de Lobos.
Por esas vueltas de la vida y la pasión que Marrito les transmitió a dos de sus seis hijos (fruto de dos matrimonios), ambos se dedicaron al mismo deporte, tanto “Teti” -que actualmente es un reconocido chef- como “Elguito”, quien se volcó más a entrenador de divisiones infantiles.
(La nota completa, se podrá ver por RSO /Lobos Digital, este miércoles 21 a partir de las 22 hs)