La Lic. Noelia Romero, Trabajadora Social y ex Directora del Hospital, dialogó con LOBOS 24 y LTVN acerca de su visión sobre las clases virtuales o presenciales, los cambios que se están dando en la sociedad, y la necesidad de que los adultos pongan límites a sus hijos en caso de ser necesario.
En tal sentido, Romero comenzó la charla diciendo: “Estando en casa, vos tenés que hacer la clase virtual acompañando a tu hijo, y además están los otros chicos que también quieren participar, sobre todo si se utiliza Zoom o aplicaciones similares. Eso se vuelve un poco caótico en lo que respecta a los padres, genera estrés y angustia. Pero es algo previsible, dada la condición de pandemia. A veces no hay buena conectividad, se te tilda el celular o no tenés suficiente espacio en el teléfono para la cantidad de archivos que envían los docentes. Por eso hay que preguntarles a ellos también cómo están atravesando esta situación porque sé que haciendo un esfuerzo notable”.
Prosiguió diciendo, que: “La educación se muestra muy desigual en estas condiciones, porque no todas las familias cuentan con un dispositivo adecuado y los padres a lo mejor están trabajando y no pueden guiarlos durante el desarrollo de las clases. Sin embargo, esta desigualdad a la que me refiero ya se venía viendo desde antes. Esta pandemia potenció lo peor y lo mejor de las personas. Cuando esto empezó pensábamos que íbamos a salir mejores de ese trance, más buenos o solidarios… y la realidad es que aquel que nunca fue solidario o tuvo espíritu comunitario, no lo va a tener ahora. Por lo tanto, pienso que lo que ha pasado es que se se hizo evidente una polarización. Hay padres que comprendemos la situación escolar de nuestros hijos y consideramos que la virtualidad puede ser una medida para protegerlos».
Ratificó su postura al afirmar: «Por ejemplo, si vos mandás a tu hijo a clases presenciales a la mañana cuando estamos casi en invierno, con 10 grados de temperatura que realmente se sienten porque hay que abrir todas las ventanas; por más que los abriguemos ellos están sentados sin poder moverse y tratando de aprender algo en esas condiciones. Recordemos que hace 5 o 6 años, había manifestaciones de padres pidiendo condiciones dignas para sus hijos dentro de la escuela. Por lo que todos sabemos: establecimientos sin gas natural, calefactores rotos o que no funcionan… o en los meses previos al verano, por la falta de ventiladores. Y todas estas variables no contribuyen a estudiar. Si con todo lo que te mencioné, insistimos en mandar a los chicos a las aulas, no estamos siendo coherentes”.
Agregó Noelia, que: “Creo que no es el momento para volver a la presencialidad. Quizás en la Secundaria sea otra cosa porque los alumnos ya son adolescentes, pero en Preescolar y Primaria, no sé si los chicos se atrasan pedagógicamente. Lo que sí es cierto es que necesitan sociabilizar y estar en contacto con sus compañeros, eso es obvio. Podemos pensar un posible regreso en septiembre o fines de agosto, cuando el clima no sea tan duro. Hay que hacer un “impasse”, para poder retomar de un modo más llevadero para todos. El aprendizaje se resiente, tal vez, y todos somos conscientes de que uno aprende con otro, con sus pares y la necesidad de compartir como seres sociales. Siempre se aprende más en grupo que haciéndolo de otra manera. Sin embargo, si lo analizamos pedagógicamente, uno aprende durante toda su vida. Si los chicos no aprendieron a sumar y restar en marzo, lo harán más adelante. El contenido se aprende, más tarde o más temprano. Lo que se va a notar es la imposibilidad de contacto, que es más una habilidad social que una cuestión pedagógica. Si vemos la cantidad de reuniones entre adultos que se están haciendo en la clandestinidad, esto demuestra que la falla somos los adultos, y buscando siempre romper las reglas. Los niños pequeños demuestran más conciencia que sus padres en la mayoría de los casos. Se esperaba que con los adolescentes se produjera un descontrol, y en realidad no es tan así. En principio, porque muchos buscaron otras formas de vincularse y de socializar. Te reitero, en mi opinión, los que terminamos no respetando nada somos en la mayor medida los adultos. Claro que después nos enojamos porque pibes de 18 o 20 años hicieron una fiesta, pero los padres si se juntaron a comer un asado o lo que sea y tienen 50 años, no están dando el mejor ejemplo. Es entonces cuando nos alarmamos porque supuestamente no se está cuidando nadie, y nosotros sabemos quiénes son los que no lo hacen, o qué sector de la población. Y los ancianos, mientras tanto, están recluidos en sus hogares o en un geriátrico y son los que peor están pasando todo esto, además de sus familiares que no pueden ir a visitarlos”.
“La pandemia nos trastocó los hábitos y los horarios a todos, sobre todo en la cuarentena estricta del año pasado, cuando mucha gente se iba a dormir con el piyama, se levantaba a cualquier hora con la misma ropa, y comía o se higienizaba también en cualquier horario. Como argentinos y latinoamericanos, tenemos una forma de sociabilizar muy distinta a otros países. Pero a nosotros nos ha costado más asimilar esta situación, porque además demostramos nuestro afecto con un beso, con un abrazo, estrechando las manos… Y si pensamos en el mate y el asado, o cualquier comida, siempre es una excusa para juntarse, es algo que teníamos incorporado. Ir a la escuela, o a trabajar, implica ordenar u organizar tu vida, por lo que decíamos antes, por los horarios y la rutina. Tampoco puedo dejar a rescatar que los docentes están todo el tiempo están adaptándose a nuvas estrategias con esta nueva modalidad de clases, que los llaman o les mandan mensajes fuera de su horario de trabajo… Por otra parte, como padres nos cuesta ser más colaborativos con nuestros hijos porque nosotros aprendimos hace 20 años de una manera diferente, que no es la misma de ahora. Tenemos que aceptar que nada será igual que como era antes de 2020, y que si bien podremos recuperar parte de los vínculos y de nuestras actividades, lo que va a haber será una “nueva normalidad”. Habrá gente que la emergencia sanitaria la ha marcado más que otra, pero las secuelas o efectos, en la salud mental por ejemplo, lo veremos de acá a unos años en toda su dimensión”, concluyó la profesional.