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LA HISTORIA DE PEDRO ROSSI: DE OFICIO FILETEADOR, Y CON UNA TÉCNICA ÚNICA PARA EL DIBUJO

Siempre es un placer entrevistar a Pedro Rossi, un artista nato, que constituye un orgullo lobense. Con muy buena predisposición se prestó al diálogo con LOBOS 24, y nos trazó una reseña de su trayectoria.

Comenzó diciendo Rossi, que: “Últimamente no estoy realizando nuevos trabajos, pero hasta hace tres meses tenía una dedicación y una producción artística bastante profunda. Esto es así, sé que en cualquier momento retomaré, pienso que hay un tiempo para cada cosa. El momento del día en que más me gusta dibujar es la madrugada, por lo general después de la medianoche, porque hay un silencio y una paz que te inspira. Como sostengo siempre, la inspiración es un viento que sopla cuando quiere”.

“Debido a la pandemia, el problema que uno tiene es que cuesta encontrar lugares para exponer. Una de las muestras que más me gustó hacer fue hace 3 años, en la Biblioteca Capponi. Luego anduve por San Telmo, estuve en la Feria de Mataderos, Barrancas de Belgrano, Plaza Francia… y vendí muchas obras, no una cantidad exorbitante. A la gente le fascina mucho la técnica del puntillismo que yo uso, que comenzó con los monjes tibetanos que viven en lugares paradisíacos y tienen un gran poder de concentración”.

Nos comentó Pedro que “si me preguntás, calculo que en total desde que empecé con esto he vendido más de 600 cuadros. Por supuesto, lo que más cuesta es hacerlo a precio del mercado internacional. Una vez estuvo en Lobos una mujer de Sotheby’s, una de las rematadoras de arte más grande del mundo, y me compró cerca de 20 obras. Luego padecí una enfermedad y a raíz de ello perdí el contacto”.

“Mi oficio es el fileteado, creo que soy el único que lo hace en Lobos, además de pintura de letras y decoración. Con los años llegan los problemas en la vista, y me tengo que hacer un estudio con un profesional para no esforzarme tanto (…) Mi hijo Alfredo también es dibujante, hacía ilustraciones para La Palabra, a veces tiene encargos múltiples, hay que entender que el arte no es una cosa industrial, ni una fábrica. Yo comencé desde muy joven, te diría que vivo para el dibujo, muchas veces estoy tomando mate y me pongo a hacer líneas. También tuve un acordeón, yo tocaba bastante bien, en un momento necesitaba plata y lo vendí, pero confío en poder recuperarlo. Mi aspiración, como todo artista, es poder vivir en esto los últimos años que me quedan. Mientras tanto, ocupo la mente haciendo jardín, regando las plantas, escuchando buena música… porque con este virus no te podés dejar estar”, manifestó este lobense que pese a tener varias décadas abocadas al arte, no deja de sorprender con la calidad de sus obras. Y lo más importante de todo, por encima de cualquier talento innato, es que, como suele decirse, Pedro es “buena gente”.

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