-Según un relevamiento realizado en supermercados de la Provincia, a la gente no le queda otra que arreglarse con rutinas más “gasoleras”. Las compras son más selectivas y se eliminan productos que antes eran cotidianos. Caída del consumo-
Un buen número de supermercados de la ciudad se ven como si estuvieran en el horario de la siesta y en la segunda quincena de enero, o sea semi vacíos. La razón está vinculada a la escalada de los precios que provocó una notoria retracción en el consumo. De acuerdo a un relevamiento realizado en distintos puntos de venta de alimentos, uno de los sectores mas afectados es la carnicería y cayeron estrepitosamente la venta de gaseosas, productos derivados de la leche, las galletitas, las golosinas y los snacks.
“Ya no se puede comprar nada, paso más tiempo mirando precios que lo que tardo en hacer la comida”, opinó Blanca, una vecina que decidió pasar de largo por la góndola de las galletitas a raíz de los nuevos valores con los que se encontró.
En el sector se reconoce que los consumidores cambiaron abruptamente de hábitos y que los que antes resolvían sus compras en una visita exprés al súper, ahora les lleva más tiempo porque se detienen a analizar precios y a observar las cantidades que traen los envases.
“Todo el mundo sabe que los precios no terminaron de acomodarse y que las cosas continuarán aumentando”, aseguró un empresario del rubro.
En ese contexto, y con sueldos que en su mayoría están prácticamente congelados, la gente tuvo que renunciar a lo que no es esencial para la dieta.
“La mayor diferencia se ve en la carne, ya no salen como antes los cortes como el asado o el vacío”, apuntó un comerciante.
En relación a ese producto, Mónica, vecina de la plaza Malvinas señaló que hacer un asado para 7 personas les costó unos 800 pesos.
“Compré dos kilos y cuarto de vacío, un pollo, seis chorizos de cerdo y una bolsa de carbón y gasté cerca de 800 pesos”, dijo la mujer que todavía tenía que comprar el pan, la bebida y las verduras para la ensalada.
A pocos metros, el carnicero señaló que como nunca ve la angustia de los jubilados que van con la plata justa y le piden por ejemplo “cien pesos de carne”.
En otro supermercado de la zona oeste se indicó que la gente no puede prescindir de comprar alimentos como arroz o fideos, pero se detiene a revisar las ofertas o se inclina por las segundas marcas.
Una empleada aseguró que además de la carne, en ese lugar bajó la venta de todos los productos que no son parte de la canasta básica.
“La gente dejó de comprar gaseosas, cervezas, papas fritas y todo lo que tiene que ver con los snacks y las galletitas”, señaló la empleada y agregó que tampoco tiene la misma salida que antes el pan lactal, los productos lácteos y alimentos como las aceitunas.
A quien está a diario con los proveedores y en la reposición de los productos no le es difícil asegurar que desde que los precios empezaron a variar a diario, el consumo se retrajo en un 30 por ciento.
“Bajó el consumo de todas las cosas, la gente ya no compra gaseosas y muchos lácteos; se deja los gustos para los fines de semana en los que por ahí compran algo que antes comían entre semana”, contó el responsable de un supermercado de La Plata.
Dejar de comprar algunas cosas para priorizar lo indispensable es el lema que prima entre los castigados consumidores.
Por eso en 64 entre 10 y 11, los empleados de un supermercado afirmaron: “la gente quiere comer y para que la plata le alcance por ejemplo compra menos artículos de limpieza”.
En ese rubro es en el que menos apego a las marcas parecen tener los platenses, así lo confirman también en un comercio de 14 y 35.
“Ahora se vende detergente económico y no tienen tanta salidas las galletitas de marca”, se indicó.
Los yoghurts, los postres, los quesos crema y las mantecas también parecen quemar las manos de quien los toma porque cuando se ve el precio que tienen, vuelven rápidamente a las góndolas.
“Yo soy de cocinar todo casero, pero aún así se necesita leche, huevos, azúcar y todo termina siendo un sacudón para el presupuesto”, dijo Liliana que confesó haber desistido de comprar yogures para sus hijos y en cambio insiste en que tomen al menos una taza de leche en el desayuno y otra en la merienda.
(Fuente: diario El Día)