-Dirige uno de los fabricantes de chocolates más grandes del mundo y construyó una escuela en Maquinista Savio para dar apoyo escolar a los hijos de los cartoneros. Busca replicar el proyecto en Jujuy-.
Renata Jacobs es una de las mujeres más ricas de Suiza pero en la Argentina muchos la conocen con un apodo bastante alejado de esa realidad. La llaman “el hada madrina de los cartoneros”.
Jacobs llegó años a la Argentina y, como muchos extranjeros, se enamoró de la Patagonia y compró una gran extensión de tierra en Bariloche, en la zona del Anfiteatro. No ajena a la situación que atraviesa el país, junto a su amiga Katrin Kuemin, quisieron conocer a Lidia Quinteros, la delegada de los cartoneros de la agrupación Tren Blanco.
Hablando español con acento suizo, Renata recibe a la prensa en vísperas de una cena de gala donde recaudará fondos para su proyecto de apoyo escolar pensado para los hijos de los cartoneros.
Asegura que todo comenzó unos años atrás, cuando en un diario suizo leyó que en la Argentina existía algo llamado “tren blanco”, que trasladaba a los cartoneros con los carros con los que día a día juntaban el cartón. “Yo empiezo a visitar el tren blanco de los cartoneros cuando leí sobre ellos hace muchos años en un periódico suizo. No sabía qué era un cartonero pero cuando los conocí dije: ‘Tenemos que hacer algo con los hijos de ellos’. Fue en ese tiempo en que un conocido me acercó a la cooperativa Madreselva”, recuerda Renata. Hoy junto a «Cartoneros y sus Chicos. Mejor Educación – Mejor Vida» – Fundación SES, lleva adelante la ONG suiza Cartoneros.org.
Renata estuvo casada con Klaus Jacobs (falleció en 2008), quien creó una de las empresas productoras de chocolate más importantes del mundo: Barry Callebaut, con presencia en 26 países. Eso le valió el título de «Rey del Chocolate». Antes, el matrimonio había sido dueño de la consultora de recursos humanos Addeco, aunque Renata asegura que eso es pasado. “La vendimos hace dos o tres años”, cuenta.
¿Qué te trajo a la Argentina?
Esta visita es especial porque estamos haciendo el evento para recaudar dinero para los chicos de los cartoneros, del grupo Madreselva. Esperemos que venga mucha gente, que se acerquen los patrocinadores. Nuestro objetivo es juntar dinero para construir en un terreno en Pilar una ampliación de la escuela que tenemos -en Maquinista Savio- y donde hoy ya damos apoyo escolar a 90 chicos y chicas. Cuando la obra esté terminada, ayudaremos a más de 200.
¿Qué te dicen los chicos? Porque tu acento es raro para ellos…
Algunos me dicen: “No te entiendo”. Pero lo importante es que a ellos les gusta ir al apoyo escolar y cuando hacemos una entrevista muchos quieren ser como Messi, otros policías, pero también arquitecto o profesores de matemática. Incluso, este año, todos los que asisten lograron pasar de año.
¿Qué podemos aprender de Suiza?
Yo no quiero hablar de política, pero escucho de mucha gente que acá la primaria no tiene el nivel que debería tener. La educación es muy importante para la Argentina, porque cada país tiene gente inteligente y otra no tanto, y esa es la que se manipula muy fácil. Cada humano tiene el derecho de tener una educación buena y eso es esencial. Saber leer, escribir y elegir qué hacer cuando sean adultos, y no que terminen en la calle cuando los padres estén trabajando. Por eso, nuestros chicos pueden ir a la escuela y recibir apoyo para salir de la calle.
¿Cómo imagina el proyecto de ustedes en los próximos 10 años?
Me imagino que el proyecto marche sin ayuda mía, que la propia comunidad y el Gobierno lo sostengan, que vaya solo. Mi sueño es hacer el mismo proyecto en Jujuy. Los cartoneros son trabajadores muy sacrificados (cargan más de 500 kg. en sus carros) y trabajan dignamente con la basura para ganarse el pan. Son gente honesta. Yo quiero que ellos estén bien, que puedan vivir en una casa con su familia y que puedan educar a sus hijos para tener una vida mejor.
¿No se le acercaron del Gobierno para apoyarla?
Por el momento no. Pero estamos llegando de a poco, porque hay conocidos que tienen llegada a funcionarios.
¿Conoce muchos lugares de la Argentina?
Sí, de Jujuy a Ushuaia.
¿Qué les dice a sus amigos suizos sobre la Argentina?
Les digo que todo es mejor acá que allá, así me apoyan (risas).
¿Cuáles son las mayores satisfacciones que le da este proyecto?
Cuando tenemos éxito y los chicos pasan de grado sin problema. Los veo crecer y siento satisfacción cuando sé que marchan bien en la escuela y también cuando hay cada vez más chicos que quieren venir, pero al mismo tiempo me da tristeza cuando no tenemos espacio para recibirlos. Por eso quiero que construyamos la escuela para que vengan todos los chicos del barrio, no solo los chicos de los cartoneros.
En el año 2016 pasaron todos de grado, y el año pasado solo 3 niños que entraron más tarde a la escuelita tuvieron que repetir el curso. Pero nuestros porcentajes de éxito son muy buenos.
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¿Qué le dijeron en Suiza cuando dijo: “Me voy a la Argentina a ayudar a los cartoneros”?
‘Estás loca. ¿Por qué en la Argentina? En Europa hay gente que necesita tu ayuda’, me decían. Pero yo les decía que acá estaba mi lugar.
¿Cómo le gustaría ser recordada?
No me interesa que me recuerden, sólo quiero cambiar un poco la vida de algunos chicos.
¿Cuál es la necesidad que más rápido hay que satisfacer?
Educación y salud pero sobre todo la comida. Los chicos tienen que tener acceso a alimento sano. También atención dental. Incluso tuve una amiga que fue a dar asistencia a la escuela, porque si tenés tres dientes marrones en la boca, nadie te dará trabajo.
En Internet dice que usted es una de las personas más ricas de Suiza (la revista Forbes aseguró que su marido llegó a tener US$ 2000 millones), ¿es verdad?
No lo sé. Se puede escribir mucho en Internet, pero yo no lo creo.
¿Le gusta que le digan El Hada Madrina de los cartoneros?
Sí, es un reconocimiento. Pero también me duele que la indiferencia de mucha gente para con los cartoneros. Eso es malo y se da en todo el mundo, porque cada humano es una persona con derecho a vivir como corresponde. Y si alguien tiene más que el otro, tiene que ayudarlo.
(Fuente: Revista Apertura)