-Las encuestas muestran a Cristina Fernández con chances reales de vencer al Gobierno. La economía pesa más en el ánimo de los votantes de lo que creyó el Gobierno. Los votos clave de Massa-.
La candidatura de la ex presidenta dio un fuerte vuelco al escenario electoral. Las primeras mediciones dejaron abierta la posibilidad de su triunfo en Buenos Aires, resultado que representaría el fin de los tibios cambios económicos en marcha y obligaría al oficialismo a reaccionar con políticas públicas de corto plazo.
Para ratificar esta hipótesis apocalíptica, el dólar comenzó a trepar y creció en una semana lo que no había crecido en meses. El hecho fue atribuido al riesgo de que vuelvan Kicillof, Moreno, el cepo, el default, etcétera, antes que al atraso cambiario producto de una inflación persistente.
Esta interpretación parcial de lo que ocurre no puede ocultar, sin embargo, los dos fenómenos que están comenzando a armar un horizonte complejo: así como la vuelta del kirchnerismo es una alternativa cierta, también lo es el hecho de que las variables macroeconómicas no cierran.
El techo de intención de voto Cristina Fernández es más alto de lo supuesto inicialmente (por eso Jaime Durán Barba habló de un 40%) y el macrismo también tiene un techo que no sería mucho más alto que el de su adversaria.
Conclusión: la única polarización que serviría sería con todo el «pasado», lo que abriría la posibilidad de ganar votos massistas. En buena medida la suerte de Cambiemos depende de que votos del ex intendente de Tigre vayan a parar a Bullrich.
La situación no está para festejos. En la tercera sección electoral, que reúne el 35% del padrón de la provincia, CFK tiene una intención de voto del 40%, lo que implica el 15% de todo el distrito. La otra gran sección es la primera, que concentra el 35% del padrón. Allí la lucha es pareja, pero el voto de Massa es importante. Ese es el lugar donde el oficialismo podría mejorar su performance. Cuando María Eugenia Vidal se meta de lleno en la campaña, se espera que eso empuje hacia arriba la intención de voto a Bullrich.
Frente a este panorama sombrío, el Gobierno conserva todavía algunas ventajas. La primera es su capacidad para instalar en la agenda pública la cuestión de la corrupción. Durante la semana contó con el invalorable aporte de un fiscal que imputó a Julio De Vido por un multimillonario desvío de fondos en Río Turbio.
El pasado cercano de corrupción del kirchnerismo puede que no tenga mucha incidencia en el voto de del conurbano, pero sigue teniendo un impacto muy fuerte sobre la conducta de los dirigentes.
Así como CFK y su ex ministro trataban de desaparecer, Sergio Massa comenzó a sobreactuar. Pidió (y consiguió) que se incluyera la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción en un proyecto sobre responsabilidad empresaria y, además, «renunció» ostentosamente a sus fueros, una medida para la tribuna, sin consecuencias prácticas.
Massa se cura en salud porque teme que desde el oficialismo comiencen a vincularlo con Cristina Fernández y De Vido con los cuales, efectivamente, ha tenido vínculos estrechos. La necesidad obliga al oficialismo a hacer de todos los candidatos peronistas cómplices de sus otrora jefes políticos y obliga a Massa a hacer piruetas para que se olvide su pasado. A eso se ha reducido la campaña. A eso y a la amenaza de una derrota electoral de Macri a dos años de asumir.
(Fuente: La Prensa)