-La acuñación de monedas está en crisis, debido a que el costo de hacerlas supera al valor que representan. Más gente prefiere venderlas de a kilos-
El poder de compra de los pesos se devaluó tanto en las últimas décadas, que hoy el valor de las monedas es tan irrisorio que, literalmente, nadie las quiere, más allá que para entregar los vueltos en los comercios son necesarias.
Incluso, el precio del material con el que están confeccionadas supera varias veces la cifra nominal acuñada en el metal. Por eso, algunas son retiradas de circulación por particulares para su fundición.
En resumidas cuentas, las monedas ocupan lugar, no hay dónde almacenarlas y valen muy poco.
De hecho, según datos del propio Banco Central, se registran 9.663 millones de unidades de todas las denominaciones en circulación en el público y los bancos, que están encabezadas por las de 10 centavos, que representan el 28% del total.
Y por el bajo valor que ya significan varias de estas cifras, desde hace más de un año que la Casa de la Moneda no emite más cantidad de monedas que tengan un monto inferior a un peso. Por lo tanto, desde hace bastante tiempo se mantiene inalterable el volumen informado de las unidades en circulación de las de 1, 5, 10, 25 y 50 centavos.
En tanto, sigue creciendo la emisión de las de $1, $2, $5 y $10, que son las que tienen más valor del mercado.
De ellas, las que más se acuñan, por lejos, son las dos denominaciones más altas. Así, las de $5 aumentaron en cantidad, durante todo el 2021, un 52%, y ya totalizan 379 millones de unidades en circulación.
A su vez, las de $10, que es la denominación más alta que existe en monedas, ya alcanzaron los 147 millones de ejemplares, y en todo este año se incrementó su cantidad un 75%.
«En un contexto de alta inflación, son un problemón las monedas: nadie las quiere, pero son necesarias para dar determinados vueltos, como ocurre con las de $5 y $10. Por eso, escasean en distintos lugares del interior», detalló al portal a iProfesional Nicolás Gadano, ex gerente general del Banco Central, cargo que ocupó entre 2018 y 2019.
Y completa: «Además los bancos no las quieren transportar porque es muy caro, debido a que son difíciles de movilizar porque es muy pesada la carga».
Como ventaja para el sistema, el entrevistado mencionó que los argentinos ya «no las usan tanto por su bajo poder de compra y por la dificultad y molestia que presentan para guardarlas o transportarlas en los bolsillos».
Un caso particular es el de las monedas emitidas antes del 2016: Están elaboradas de metales que sirven para su fundición, debido a que el valor del metal supera a la denominación.
MATERIALES «ANTI FUNDICIÓN»
El gran problema que sufren las monedas es que su valor monetario es superado por lejos por su valor material del metal.
«La pérdida de valor de la moneda argentina es tan alto que las de $0,25 y $ 0,50 valen tres veces más por su peso y valor en cobre que por su valor nominal», afirma Damián Di Pace de la Consultora Focus Market.
Entonces, a las de 50 centavos, que están confeccionadas en cobre, son pagadas en las chatarrerías a $1,5. Incluso, su valor internacional puede ser tres veces más alta que esta cifra.
Hecho que es fomentado por la elevada inflación y la corrosión sufrida en el poder adquisitivo del peso, y también por el incremento del valor mundial de los metales.
Por eso, para evitar que este «vaciamiento» monetario suceda con las denominaciones que se siguen acuñando, desde 2016 el Banco Central cambió la forma de fabricar las monedas mayores a un peso.
«Se empezó a emplear un material que no les sirve a los fundidores porque su valor es menor y hace económicamente inviable su fundición. Así, desde hace 5 años las denominaciones de $1, $2 y $5 que se lanzan a la calle son de una aleación ´electrodepositada´, es decir, están elaboradas de una manera más económica que mezcla distintos metales, como latón, níquel y otros elementos, que no sirven para fundir», precisó Augusto Ardiles, ex director de la Casa de la Moneda, que estuvo en funciones entre febrero de 2019 y mayo de 2020.
En síntesis, desde el 2016, a las de $1 y $2 ya no se las elaboran en cobre, sino que con metales electrodepositados de cobre y latón. Y a la de $5 se la fabrica con acero electrodepositado y níquel.
En tanto, este ex funcionario acota que las de $10 son de alpaca, que es una aleación de cobre, zinc y níquel, y que, por ende, sí se pueden fundir y revender.
«En este caso, el costo de su acuñación es muy cercano a su valor monetario actual, y por lo tanto todavía no les sirven a los chatarreros para sacarlas del mercado y revenderlas a fundidores», completó Ardiles.
Respecto a la familia de monedas que sería «ideal» que circulen hoy en la economía argentina, por la enorme inflación y costo de fabricación de los pesos, este experto es contundente: «Hay que repensar el cono monetario, para tener monedas a partir de los $10, y sumar de $20 y $50».
EL COSTO DE FABRICACIÓN
En este sentido, el costo de fabricación es clave para determinar por qué para algunas monedas no tiene sentido seguir en circulación.
Para analizar este tema, de acuerdo a fuentes del mercado consultadas por iProfesional, se debe tener en consideración que el precio que implica acuñar las monedas se negocia en dólares.
Ese costo en billetes extranjeros que se debe abonar para la fabricación, el Banco Central lo paga a cotización de dólar mayorista, cuyo valor ronda los $100, y es al que tiene acceso la autoridad monetaria.
Asimismo, dentro del costo informado, no sólo se incluye el valor propio del cospel como componente, sino también la mano de obra, empaque de las unidades y entrega de las monedas (logística) al BCRA. También los impuestos correspondientes.
De esta forma, el costo de acuñar una moneda de $1 y $2 es de dos a tres veces su valor, ya que la primera sale $3 (o u$s0,03) y la segunda vale $4 (o u$s0,04).
En tanto, la de $5 tiene un costo que está «empatado» con su valor real, ya que es también de $5, o u$s0,05.
Finalmente, la de $10 es más cara de producir, porque, como se mencionó antes, sí está ensamblada con una aleación metálica, por lo que cuesta un total $15 (o u$s0,15) por unidad.
Es decir, si se descuentan los gastos de logística, mano de obra e impuestos, el costo neto del metal utilizado todavía no supera los $10 nominales de la moneda. Por ende, aun no pasó a ser un «negocio» viable para los chatarreros.